En el transcurso de esta pandemia, nuestra labor como profesionales y funcionarios ha sido otorgar una óptima atención a nuestros usuarios, el cual nos ha llevado ciertamente a posponer proyectos y reorganizar nuestras actividades cotidianas.
Por Pablo Rodríguez
En ese sentido el autocuidado nos ha ayudado a delimitar nuestra vida personal, el tiempo y espacio de trabajo, mientras que en el área de trato directo adecuarse a los protocolos y a las contingencias asociadas a esta pandemia.
En ese sentido la comunicación se transforma en un factor clave, amén de dar cumplimiento al quehacer diario. Sin embargo, con el tiempo esta forma de hacer trabajo, a lo que las autoridades han denominado como “nueva realidad” se ha ido desgastando, lo que corrobora que el teletrabajo en su totalidad sumado al “bucle” que significa el plan paso a paso no es suficiente para cubrir las necesidades y demandas de nuestros usuario/as, por lo que actualmente la presencialidad es un paso natural que nos abre la posibilidad a un modelo de trabajo mixto.
En este contexto retoma el autocuidado como una herramienta para exponer nuestras dificultades, poder comunicarnos directamente con nuestro equipo, misma comunicación que dista a la establecida a través de un medio remoto, nos ha ayudado mantener un ambiente de trabajo favorable y organizando. Todo se resume en generar las instancias en que podamos trabajar con la mayor comodidad en la adopción de las directrices y dar cumplimiento a los compromisos que adquirimos como institución.