[Columna de Opinión] Programas de Integración Escolar

En la década del ‘90 Chile inicia una carrera por relevar la diferencia y la diversidad buscando favorecer la presencia y participación de todos los niños y niñas en la aulas de clase,

Por Walter Becerra.

ésta inicia con la consideración de estudiantes que presentan necesidades educativas especiales (NEE) por medio de la puesta en marcha de los Programa de Integración Escolar (PIE), estudiantes que hasta ese momento se encontraban excluidos o al menos en un área segregada de un proceso escolar para todos, en un espacio físico diferente al común. Tengamos a bien considerar que esa década inicia en 1990 con Chile ratificando la Convención por los derechos del niño, aprobada por Naciones Unidas el año anterior.

Van ya cerca de 30 años de implementación del Programa de Integración Escolar, programa que si bien ha prosperado desde el trabajo con el niño o niña con NEE en un área diferenciada del resto hacia una que favorece la vinculación social con sus pares en igualdad de derechos y oportunidades, aun no se encuentra en ejecución desde un enfoque inclusivo, que sea la puerta de entrada a una reorganización de la sociedad hacia una más justa, equitativa y con igualdad de oportunidades para todos y todas en consideración a sus diferencias y diversidad.

Empezamos con un incremento de los recursos, tanto humanos como materiales para permitir oportunidades y equidad hacia un desarrollo pleno de la comunidad escolar, sin embargo, lo que creo debió ser un proceso paulatino hacia la inclusión, en algunos espacios educacionales se mantienen todavía como una práctica pedagógica diferencia para “niños o niñas especiales” o con NEE, que presenta algún diagnóstico y/o como mecanismo para el incremento de la subvención especial, que no siempre son invertidos en las implementación de las adecuaciones curriculares para el mejoramiento continuo que permita el ingreso y participación de todos y todas en espacios comunes, sin discriminación. Aun podemos observar en nuestra práctica laboral estrategias de integración escolar, en que se prioriza el déficit del estudiante en la adecuación del material pedagógico para el mínimo esfuerzo, en la consideración de los programas desde un enfoque biomédico sin la ampliación hacia otras esferas del desarrollo humano, con la única focalización en el niño o niña con diagnóstico.

La integración o consideración de las particularidades de las dinámicas familiares en el desarrollo curricular está ausente, la no inclusión en las adecuaciones curriculares de todos los demás niños y niñas, aquellos con NEE y quienes si bien no presentarían un diagnostico vinculado a un NEE, si son portadores, como todos, de una necesidad educativa la cual no ha sido identificada. La ampliación del PIE a toda la comunidad educativa está quedando en manos de los profesionales y/o educadores/as diferenciales contratados por dichos fondos y no como una práctica de la comunidad educativa en su conjunto.

Debiéramos estar ya en la etapa de la transformación pedagógica desde una visión integradora hacia una inclusiva, sin embargo, este tránsito viene siendo lento. Ello nos hace reflexionar sobre cómo se están formando al profesorado y quién o quiénes los están formando, pues en educación aún podemos encontrar términos como el del “desertor escolar”, haciendo alusión a aquél que no fue capaz de adecuarse al modelo.

Debemos tener cuidado, esta situación devela una práctica pedagógica errónea, que responsabiliza al estudiante de sus errores y vanagloria al docente en los aciertos. Práctica que de manera inconsciente o por falta de información mantienen un comportamiento y desempeño integrador empujando la diversidad y la diferencia hacia la homogeinización, responsabilizando al estudiante de su adecuación al orden dominante y no reconociendo el potencial cultural y educativo que trae la diferencia y la diversidad.

Walter Becerra Martínez – Sociólogo – Director Umbral Concepción CATIM – Magíster en Gestión de Educación Inclusiva.