Reflexiones sobre la Familia, el Trabajo, los Roles Parentales y los Roles de Género en Chile.
Por Roberto Zúñiga.
Las manifestaciones, marchas, movilizaciones y tomas que durante mayo de 2018 se han efectuado en Chile, en las que miles de mujeres, estudiantes han rechazado la violencia contra la mujer y la educación sexista, resultan históricas en el marco de los movimientos sociales y las luchas feministas en este país, y en el hemisferio. Gracias a las mujeres y su liderazgo en la definición de nuevas luchas sociales, el debate público se vuelve a centrar en la necesidad de enfrentar las desigualdades estructurales y problemas de fondo, que promueven la exclusión y marginación social, política y económica en la sociedad chilena contemporánea.
El abordaje de este debate no resulta sencillo y demanda la tarea de ubicar la violencia contra las mujeres, como un asunto prioritario en las agendas y horizontes de la democracia chilena. Se hace necesario un ejercicio político precursor, en el que la lectura crítica sobre la realidad existente y las disputas democráticas lideradas por las mujeres, se asuman como praxis cuestionadoras orientadas a la redefinición de los acuerdos, las relaciones entre el hombre y la mujer a todo nivel.
Respecto de los avances y el estado actual de la política pública para la promoción de la equidad y la igualdad de género, dos ámbitos resultan ser capitales en la formulación de leyes y propuestas regulatorias, puesto que guardan relación con la participación de las mujeres en dos de las más importantes esferas de la acción pública y privada: el trabajo y la familia.
Frente a los imparables cambios sociales que se han orientado en América Latina y en Chile, la familia constituye parte de un elemento central en las transformaciones sociodemográficas, donde se evidencia una serie de cambios experimentados por la familia chilena a lo largo de las últimas décadas. El modelo de familia tradicional chilena (nuclear biparental) se desplaza, y comienzan a surgir nuevas tendencias, como la formación de las familias unipersonales, familias recompuestas y las familias monoparentales, generando un directo impacto en el ejercicio de los roles parentales dentro de la familia.
Respecto de los roles parentales, hace algunas décadas la esfera masculina se relacionaba con el trabajo, estableciendo en el hombre el rol de proveedor dentro del núcleo familiar, mientras que la esfera femenina se relacionaba exclusivamente con el rol de maternidad, crianza de los hijos y el quehacer doméstico.
Las familias monoparentales, es decir, aquellas que se constituyen por un solo padre y sus hijos, han aumentado paulatinamente en el tiempo, es así como, mientras en el año 1990 este tipo de familias representaban al 22.2%, en el año 2009 este porcentaje se incrementó hasta alcanzar al 27.6% del total de familias en Chile. Alrededor de un 84% de las familias monoparentales están a cargo de una mujer. (CASEN, 2009).
Esto evidencia el aumento de las familias donde la mujer se trasforma en jefa de hogar, en ese escenario es donde los roles parentales son asumidos por la mujer, pasando a cumplir de un rol más bien afectivo a cumplir un rol de protección, seguridad y buen desarrollo, además de proporcionar por parte de este nuevo rol de la mujer el crecimiento y en general resguardar todo su proceso de socialización además de la satisfacción de sus necesidades básicas a través de la provisión de bienes y servicios. Para lograr el ejercicio de un cumplimiento de los roles de manera responsable, es que se volvió indispensable el ingreso de la mujer al mercado del trabajo, haciendo que la tarea de la crianza/trabajo se presente como un gran desafío socio familiar y socio laboral para la mujer proveedora.
En ese contexto, las mujeres efectivamente pueden acceder actualmente a más empleos, pero no de mejor calidad. Dependiendo de sus condiciones materiales y de las biografías personales, tienen incluso que enfrentar la doble o triple discriminación por ser mujeres, no tener recursos y pertenecer a alguna minoría étnica.
En este escenario en el que se circunscribe la relación familia/trabajo, no existen aún hoy condiciones materiales para que la ley garantice y asegure la distribución igualitaria de labores de cuidado y labores productivas. Más bien, la política pública ha ido encaminada hacia la externalización de las labores de cuidado, mediante la construcción e implementación de jardines infantiles con jornada extendida, o la exigencia de servicios de sala cuna en empresas e industrias que empleen a más de 20 mujeres.
En cuanto a la política pública en materia de protección de la mujer, hasta hace muy poco tiempo se cuestionaba la necesidad de focalizar esfuerzos para incluir a la mujer en la definición de los proyectos de desarrollo urbano en Chile. Sin embargo, el consenso avanzó en las últimas décadas hacia la inclusión del enfoque de género en la planeación de las ciudades y la organización de la sociedad civil. Reconocer las diferencias entre ser hombre y ser mujer, permitió identificar las conductas y los roles marcados por la diferenciación de sexos (Falú, 2009) catalizando las demandas por una sociedad equitativa, incluyente y plenamente democrática.
La evolución de los discursos, prácticas y formulaciones de política pública no ha sido lineal y se ha dado en gran parte, gracias a la demanda de las mujeres en defensa de sus propios derechos. Es así como los movimientos feministas, han llevado la lucha por la reivindicación de los derechos laborales, civiles y políticos de las mujeres, a esferas de acción inédita en el marco del proyecto modernista industrializador.
Es a raíz de los profundos esquemas culturales asociados a la matriz de diferenciación sexo-género, que la política pública resulta siempre insuficiente para “igualar la cancha”. La necesidad de conciliación de la vida familiar con la vida laboral, no solo debe suponer un problema para la política pública, o las mujeres en edad fértil exclusivamente, sino un asunto que en el mismo centro de la redefinición de la mencionada matriz, impone a los hombres y a las mujeres un trabajo por lograr la efectiva igualdad y equidad de oportunidades de desarrollo.
A partir del análisis expuesto anteriormente, se puede concluir que, a raíz de los cambios en los aspectos sociodemográficos de la familia chilena, roles parentales, trabajo y su relación con el género, se ha desencadenado una preocupación del estado en respuesta de los movimientos feministas, es decir, la avenencia entre familia, trabajo, roles parentales y el desafío de la mujer jefa de hogar y trabajadora.
A partir de estas consideraciones, las dimensiones analizadas en este artículo y las transformaciones de la familia chilena, donde se pone a la mujer en el centro de discusión, respecto al cumplimiento de su multiplicidad de roles, versus la desigualdad de género, son aspectos que deberían estar dentro de las prioridades en la agenda pública, apostando a potenciar en capital humano y el capital social que Chile requiere para consolidarse como un país desarrollado.
Roberto Carlos Zúñiga Cartes.
Consejero familiar Programa Abriendo Caminos, Corporación CATIM.
Docente a nivel superior Instituto Profesional Virginio Gómez
Licenciado en Trabajo Social.
Diplomado en Familia.
Postgrado en Familia.
Magíster en Familia y Sociedad.