La relación entre la pandemia y la forma de socialización de niños, niñas y jóvenes, el rol que cumplen las familias y la resolución pacífica de conflictos, son los temas que analizó la trabajadora social y directora del Umbral Chiguayante Uno, Claudia Henríquez Escobar.
A pocas semanas de iniciado el año escolar y tras el retorno a las clases presenciales, se han viralizado en redes sociales y en la prensa varios videos dando cuenta de un drástico aumento de la violencia en colegios. Diecinueve comunas de las regiones Metropolitana, Valparaíso, Maule, Biobío y Los Lagos han albergado incidentes de violencia al interior de sus comunidades escolares, solo considerando los hechos de mayor connotación.
Expertos han apuntado a las consecuencias del encierro producto de la pandemia, que afectó a estudiantes a nivel emocional y psicológico, por lo que el retorno significa un proceso complejo de volver a socializar para muchos de ellos.
Para la trabajadora social y directora del Umbral Chiguayante Uno, Claudia Henríquez Escobar, los seres humanos somos sociales por naturaleza, dentro de una sociedad que nos interrelacionamos para aprender, desarrollar habilidades, autorrealizarnos, “por tanto, naturalmente el confinamiento ha afectado la forma de relacionarse de niños, niñas y adolescentes, ya que durante dos años les hemos transmitido el discurso de la “distancia social”, lo mínimo que deberíamos esperar, son respuestas de miedo, angustia o incertidumbre por parte de ellos”.
La pandemia no solo dejó el encierro, sino que los niños, niñas y jóvenes estuvieron expuestos a situaciones familiares límite, que van desde la muerte de un ser querido producto de la pandemia, el estrés de los padres por la situación social y económica. El rol de las familias se ha puesto a prueba respecto de todas las funciones que ésta cumple, es sabido que las relaciones que se establecen en este núcleo son la mayor fuente de apoyo y desarrollo de las personas, como también de dificultades y situaciones dolorosas.
La trabajadora social es bien tajante en aquel tema. “Algunas cifras concretas del colapso en salud mental son: aumento de personas en situación de calle, aumento de 30% en familias con dinámicas de violencia intrafamiliar durante pandemia, más de cuatro millones de personas con enfermedades de salud mental activas, duelos de mucha complejidad en familiares directos de fallecidos por Covid-19, la infancia con grados de vulneración importante, por nombrar algunas de estas problemáticas. Estas cifras son reflejo de que esta necesidad ha “colapsado” tanto los recursos familiares de contención como al sistema de atención institucional”, añadiendo que, “para las familias en situación de pobreza, se torna una invitación poco real que los padres o adultos responsables guíen los procesos de aprendizaje académico cuando deben lidiar con la preocupación diaria de comer, sin posibilidad de salir y trabajar, entre otras. Mientras que en otros casos los NNA se justificaban por no asistir a clases virtuales para cuidar a sus hermanos menores y sus padres pudieran salir a buscar el sustento, o en su defecto ellos mismos trabajaban para apoyar a sus padres”.
Posibles soluciones
Entre las soluciones que han abordado las autoridades, está fortalecer los programas de salud mental, tanto en profesores como en estudiantes, también se planea flexibilizar la jornada escolar completa y actividades de educación no sexista.
Por su parte, Claudia Henríquez Escobar, sugiere que, para incentivar la resolución pacífica de conflictos, “hay que favorecer la capacidad corporal con actividades de movimiento, actividades de contención emocional, teniendo en cuenta cómo nos sentimos con el retorno, proyectos que fomenten el desarrollo artístico o de trabajo grupal. Se debe incorporar la visión del bienestar como la base de las propuestas de aprendizaje. Probablemente, incorporar espacios de contención y desarrollo emocional dentro de la jornada y en los procesos de aprendizaje, facilitarían la vinculación entre pares, mejoras en el buen trato y espacios de autocuidado mutuo. Además de incorporar espacios de autocuidado para los equipos docentes, quienes asumen responsabilidades inéditas en la historia”.
Cabe mencionar que el actual panorama no se ha abordado en su complejidad, presentando muchas tareas pendientes como sociedad. La familia está inserta y se nutre de la sociedad, las propuestas de las políticas públicas serán claves en la superación del daño que deja la pandemia.
Finalmente, Claudia Henríquez Escobar, menciona que “tenemos un buen desafío como sociedad para relevar la importancia del buen trato. Un proverbio africano muy repetido y popularizado estos últimos años dice: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”, afirmación muy cierta, sin embargo, deberíamos decir: “hace falta una buena tribu”, que se ocupe del bienestar de cada NNA en todos los espacios de nuestra sociedad, todas y todos tenemos la responsabilidad de construir espacios de convivencia sana, educar en el respeto de la dignidad, derechos y deberes de cada persona, en cada red de apoyo está la posibilidad de cambiar los modelos que hoy observamos con preocupación”.
¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho, si no hubiera rosal que plantar, una empresa que acometer!
Que no te atraigan solamente los trabajos fáciles: ¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan! (Gabriela Mistral)